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Edgar Poe y sus obras

II

La carta robada - La turbación de un prefecto de policía - Medios para ganar siempre en el juego de par o impar - Victorien Sardou - El escarabajo de oro - La calavera - La lectura asombrosa de un documento indescifrable

Edgard Poe no iba a abandonar a este curioso personaje de Auguste Dupin, el hombre de las deducciones profundas; lo volvemos a encontrar en La carta robada. La historia es simple; una carta comprometedora ha sido substraída por un ministro a una personalidad política. Este ministro D... puede hacer un uso maléfico de este documento, por lo cual se hace necesario recuperarlo a cualquier precio. El prefecto de la policía ha sido encargado con esta difícil misión. Se conoce que la carta siempre permanecía en la posesión inmediata de D.... Durante su ausencia, los agentes de la policía habían buscado el documento en su casa, habían revisado cuarto por cuarto, examinado el mobiliario de cada apartamento, abierto todos los cajones, investigado todos "los secretos", atravesado todas las sillas con largas y finas agujas, levantado las tablas de las mesas, desmontado las tablas de la cama, examinado las junturas de todos los muebles, buscado en las cortinas, las alfombras y los marcos de los espejos. Para abreviar la totalidad de la superficie de la casa ha sido dividida en compartimentos numerados; cada pulgada cuadrada ha sido revisada con un microscopio, y la quincuagésima parte de una línea no ha podido escapar a este examen, ni en la casa del ministro, ni en las casas adyacentes. En caso de que D... hubiese llevado consigo la comprometedora carta, el prefecto de la policía le ha hecho detener dos veces para robarle, valiéndose de falsos ladrones. No se encontró nada.

El prefecto, descorazonado, fue a encontrarse con Dupin y le contó todo lo referente al caso. Dupin le aconsejó que continuara las investigaciones. Un mes después, el prefecto le hacía una segunda visita a Dupin; no se veía muy feliz.

"Yo daría cincuenta mil francos, dijo el prefecto, a quienquiera me consiguiese la carta.

"- En ese caso - replicó Dupin, abriendo un cajón y sacando una libreta de cheques -, bien puede usted llenarme un cheque por la suma mencionada. Cuando lo haya firmado le entregaré la carta.

Y él le devolvió el precioso documento al prefecto de policía, provocando gran estupefacción en este último, que se marchó precipitadamente; después de su partida, Dupin le hizo saber a Poe cómo se había hecho poseedor de la carta; y para mostrarle que los medios a emplear debían variar según la persona con la cual uno tiene que luchar, le contó lo siguiente:

"Conocí a un niño de ocho años cuyos triunfos en el juego de "par e impar" atraían la admiración general. Tenía un método de adivinación que consistía en la simple observación y en el cálculo de la astucia de sus adversarios. Supongamos que uno de estos sea un perfecto tonto y que, levantando la mano cerrada, le pregunta: "¿Par o impar?" Nuestro colegial responde: "Impar", y pierde, pero a la segunda vez gana, por cuanto se ha dicho a sí mismo: "El tonto tenía pares la primera vez, y su astucia no va más allá de preparar impares para la segunda vez. Por lo tanto, diré impar" Lo dice, y gana."

"Ahora bien, si le toca jugar con un tonto ligeramente superior al anterior, razonará de la siguiente forma: "Este muchacho sabe que la primera vez elegí impar, y en la segunda, se le ocurrirá como primer impulso pasar de par a impar, pero entonces un nuevo impulso le sugerirá que la variación es demasiado sencilla, y finalmente se decidirá a poner bolitas pares como la primera vez. Por lo tanto diré pares". Así lo hace, y gana.

Apoyándose en este principio, Dupin entonces ha comenzado por reconocer al ministro D..., aprendió que él era a la vez poeta y matemático.

"Como poeta y matemático - dice él -, es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matemático hubiera sido incapaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto."

Esto es muy profundo, mis estimados lectores; el matemático se las habría ingeniado para inventar un escondite, pero el poeta tenía que tomar otro camino, optando por la simplicidad. Hay objetos que escapan a la vista humana por ser de una excesiva evidencia. De este modo, en los mapas geográficos, las palabras resaltadas con caracteres gruesos, que se extienden de una punta a otra del mapa, son menos obvias que aquellas que son escritas con caracteres finos y casi imperceptibles. D... tenía entonces que buscar la forma de despistar a los agentes de la policía por medio de la propia sencillez de sus combinaciones.

Esto fue lo que Dupin comprendió; él conocía a D..., tenía un facsímil de la carta de marras; partió hacia la casa del ministro, y la primera cosa que vio en su oficina fue aquella carta que no se había podido encontrar, completamente en evidencia; el poeta había comprendido que el mejor medio de substraerse a las investigaciones era no esconderla en absoluto. Dupin se apoderó fácilmente de ella, sustituyéndola con un facsímil, y la carta fue recuperada. Allí donde los investigadores fallaron, un simple razonador tuvo éxito y sin dificultad.

Este cuento es encantador y lleno de interés. En él se ha basado el señor Victorien Sardou, para hacer una pieza maravillosa llamada Les pattes de mouche, de la cual seguramente ustedes han oído hablar, y que ha tenido uno de los más grandes éxitos en el Gymnase.

He llegado a El escarabajo de oro, y aquí el héroe de Edgard Poe va a hacer gala de una sagacidad poco común; me veré obligado a mencionar un gran fragmento de esta historia; pero ustedes no se quejarán, y lo releerán más una vez, se los aseguro.

Poe había trabado íntima amistad con un señor llamado William Legrand, quien, perseguido por una serie de infortunios, se había marchado de Nueva Orleans y se había ido a establecer cerca de Charleston, en la Carolina del Sur, en la isla de Sullivan, compuesta solamente por tres millas de arena de mar, de apenas un cuarto de milla de ancho. Legrand era de un carácter misántropo, sujeto a las alternativas del entusiasmo y la melancolía; se creía que su cabeza estaba un poco desequilibrada, y sus padres habían puesto a su servicio a un viejo negro que respondía al nombre de Júpiter.

Ya lo ven, este Legrand, este amigo de Poe, será nuevamente un personaje excepcional, de un temperamento fácilmente sobreexcitable, y sujeto a crisis.

Un día, Poe fue a devolverle la visita; lo halló en uno de sus ataques de entusiasmo; Legrand, que coleccionaba conchas y especies entomológicas, acababa de descubrir un escarabajo de una extraña especie. Ustedes esperaban esta palabra, ¿verdad? Legrand no tenía el animal consigo en ese momento; se lo había prestado a uno de sus amigos, el teniente G..., residente del fuerte Moultrie.

Júpiter confesó que nunca había visto un escarabajo similar; era de un color brillante, parecido al oro y su peso era considerable. El negro no dudaba que fuera oro macizo. Legrand quiso dar a su amigo un dibujo del animal; buscó un pedazo de papel, y, al no encontrar ninguno, extrajo del bolsillo del chaleco un viejo pedazo de pergamino, sumamente sucio, sobre el cual procedió a dibujar al animal. Pero, qué cosa tan extraña, cuando había terminado de dibujar y le había pasado el pergamino a Poe, éste no vio allí ningún escarabajo, sino el diseño netamente trazado de una calavera. Poe le hizo una observación acerca del dibujo. William no quiso admitirlo; pero luego de una ligera discusión, Legrand reconoció que su pluma había pintado un cráneo perfectamente reconocible. Tomó su papel malhumorado, lo volvió a mirar, lo examinó pensativamente, y finalmente lo guardó en el escritorio de su cuarto. Hablaron de otra cosa, y Poe se retiró, sin que Legrand hiciera el más mínimo esfuerzo por retenerlo.

Un mes después, Poe recibió la visita del negro, Éste, que estaba muy inquieto, había venido a hablarle sobre el estado enfermizo en que se hallaba su amo, que se había vuelto taciturno, pálido y débil; él atribuía este cambio a este incidente: William habría sido mordido por su escarabajo. Después de esto, todas las noches soñaba con oro. Júpiter había traído una carta de William, en la cual le pedía a Poe que fuera a visitarlo.

"¡Venga! ¡Venga! - dijo él -. Quiero verlo esta noche, por un asunto importante. Le aseguro que es de la más alta importancia"

Vean ustedes cómo la acción se complica, y de qué interés singular debe ser esta historia. Un monomaníaco que sueña con oro por haber sido mordido por un escarabajo.

Poe acompañó al negro, y al llegar al bote que debería llevarlos hacía su destino, Poe vio en el fondo del bote una guadaña y tres palas, las cuales habían sido compradas por orden de William. Esta adquisición lo asombró. Llegó a la isla hacia las tres de la tarde. Legrand lo esperaba con impaciencia, y le estrechó la mano nerviosamente. "Estaba pálido, hasta parecer un espectro, y sus profundos ojos brillaban con un resplandor anormal."

Poe le preguntó acerca del escarabajo. William le contestó que este escarabajo estaba destinado a hacer su fortuna, y que usándolo apropiadamente llegarían hasta oro del cual era el indicio.

Al mismo tiempo, le mostró el notable y desconocido animal para los naturalistas de la época; llevaba, en un extremo del dorso dos manchas negras y redondas, y en el otro una mancha de forma alargada. Sus élitros eran extremadamente duros y relucientes, y tenían efectivamente la apariencia del oro bruñido.

"Lo he mandado llamar - le dijo William a Poe -, para gozar de su consejo y su ayuda en el cumplimiento de las decisiones del destino y del escarabajo."

Poe interrumpió a William y le tomó el pulso; no encontró el síntoma más ligero de fiebre; él quiso desviar el curso de sus ideas; no obstante, William le anunciaba su intención formal de hacer, esa noche misma, una excursión a las colinas, excursión en la que el escarabajo tenía que jugar un gran papel. Poe sólo tenía que seguirlo, junto a Júpiter.

Los tres partieron; cruzaron la caleta que separaba la isla de la tierra firme, y la pequeña tropa franqueó los montañosos terrenos de la rivera, avanzaron a través de un país completamente salvaje y desolado. Al caer la tarde, llegaron a una región siniestra, donde abundaban profundos precipicios. Sobre una estrecha plataforma se elevaba un tulípero salvaje en medio de ocho o diez robles. William le dio la orden a Júpiter de subir al árbol, llevando el escarabajo atado a uno de los extremos de una larga cuerda; a pesar de sus repugnancias y bajo las violentas amenazas de William, Júpiter obedeció y llegó a la bifurcación más alta del árbol, a setenta pies de la tierra.

Entonces William le ordenó que siguiera la rama más gruesa de ese lado; pronto Júpiter desapareció entre el follaje; después de haber pasado siete ramas, su amo le ordenó que avanzara por esta séptima rama tanto como le fuera posible, y que le dijera si veía algo singular. Después de vacilar, debido a que la madera parecía estar podrida, Júpiter, incitado por la promesa de un dólar de plata, llegó a la extremidad de la rama.

"¡Ooooh...! - exclamó -, ¡Dios me proteja...! ¿Qué es esto que hay en el árbol?

- ¡Y bien! - gritó Legrand en el colmo del júbilo -. ¿Qué es lo que hay?"

Júpiter estaba en presencia de un cráneo retenido por una gruesa puntilla y descarnado por el pico de los cuervos. William le ordenó que pasara por el ojo izquierdo del cráneo la cuerda que sostenía al escarabajo, dejándolo colgar en dirección a la tierra.

Júpiter obedeció, y algunos instantes después, el animal se mecía a algunas pulgadas de la tierra. William despejó el terreno, hizo que el escarabajo cayera a tierra, y clavó una estaca de madera en el lugar exacto donde había caído. Entonces, extrajo una cinta para medir de su bolsillo y fijó un extremo en la parte del árbol más cercana a la estaca, desenrolló la cinta a una distancia de cincuenta pies, siguiendo la dirección establecida entre el árbol y la estaca. En el sitio alcanzado, fijó una segunda estaca a la extremidad de la cinta, y tomándola por centro, trazó un tosco círculo de unos cuatro pies de diámetro, y, con la ayuda de Poe y de Júpiter, comenzaron a cavar en la tierra; el trabajo continuó durante dos horas y ninguna indicación de tesoro aparecía. William estaba desconcertado. Sin decir mucho, Júpiter recogió las herramientas, y la pequeña tropa comenzó a caminar hacia el este.

Habían caminado apenas doce pasos, cuando Legrand se precipitó sobre Júpiter.

"¡Tunante! - gritó Legrand, haciendo silbar la palabra entre sus dientes -... ¿Cuál es tu ojo izquierdo?..."

El pobre negro indicó con la mano su ojo derecho

"Me lo imaginé - exclamó Legrand -... ¡Vamos! ¡vamos! es necesario recomenzar."

En efecto, el negro había estado equivocado, y había hecho pasar la cuerda con el escarabajo por el ojo derecho, en lugar del ojo izquierdo. La operación se reinició; la primera estaca fue clavada algunas pulgadas más al oeste, y al desenrollar la cinta se marcó un nuevo punto distante varias yardas del lugar excavado previamente.

El trabajo fue retomado. Pronto aparecieron restos de esqueletos, botones metálicos, y algunas piezas de oro y de plata, y finalmente, un cofre de madera de forma oblonga, asegurado por bandas remachadas de hierro forjado; la tapa estaba sujeta por dos pasadores que William, jadeando de ansiedad, hizo correr rápidamente.

El cofre estaba lleno de incalculables tesoros: cuatrocientos cincuenta mil dólares en monedas francesas, españolas, alemanas e inglesas, ciento diez diamantes, dieciocho rubíes, trescientas diez esmeraldas, veintiún zafiros y un ópalo, una cantidad enorme de ornamento en oro macizo. Había además anillos, aros y cadenas; ochenta y cinco crucifijos de oro, cinco incensarios, ciento noventa y siete relojes de oro, todo por un valor de un millón y medio de dólares.

Todo estas riquezas fueron transportadas poco a poco a la cabaña de Legrand. Poe se moría de impaciencia por saber cómo le había llegado a su amigo el conocimiento de la existencia de este tesoro. Acto seguido, William comenzó a contar.

La narración anterior no puede dar al lector más que una idea imperfecta del estilo del novelista; no he podido describirles la excitación enfermiza de William durante esa noche; este descubrimiento de un tesoro es más o menos similar a todos los descubrimientos de este tipo que ustedes han podido leer; con la excepción de la entrada en escena del escarabajo y el cráneo, no hay nada fuera de lo común. Pero llegamos, ahora, a la parte pintoresca y singular del cuento, donde comenzamos a describir la serie de deducciones que llevaron a William al descubrimiento del tesoro.

Empezó recordándole a su amigo aquel tosco boceto que realizara del escarabajo hecho en su primera visita, el cual resultó ser la representación de una calavera. El dibujo había sido hecho en un pedazo de pergamino muy delgado.

Le contó en qué circunstancias había encontrado dicho pergamino; fue en el extremo de la isla, cerca de los restos de un barco naufragado, el mismo día que descubrió el escarabajo, el cual envolvió en ese pedazo de papel.

Los restos encontrados llamaron su atención, y recordó que el cráneo o la calavera es el bien conocido emblema de los piratas. Ya eran dos los eslabones de una gran cadena.

¿Pero si este cráneo no existía en el pergamino en el momento en que William dibujó el escarabajo, entonces cómo se explica que la figura apareciera cuando éste le extendió el papel a Poe? Es en el momento que éste último se disponía a examinar el dibujo, cuando el perro de William saltaba sobre Poe para jugar. Es entonces cuando Poe separó su mano y acercó el pergamino al fuego, y el calor de la llama, debido a una preparación química, hizo que apareciera ante sus ojos un dibujo invisible.

Luego de la partida de su amigo, William tomó el pergamino, lo sometió a la acción del calor, y vio aparecer en una esquina del papel, en la esquina diagonalmente opuesta a donde estaba reflejada la calavera, una figura que representaba a un cabrito.

¿Pero qué relación existe entre los piratas y un cabrito? Aquí está. Existió una vez un cierto capitán Kidd4 (kid, en inglés, significa cabrito) del cual se hablaba mucho. ¿Por qué este dibujo no sería su firma jeroglífica, mientras que la calavera remplazaba el uso del sello o la estampilla? William fue pues inducido naturalmente a buscar una carta entre el sello y la firma.

Pero el texto parecía faltar por completo.

Sin embargo, las historias de Kidd regresaron a su cabeza; recordó que el capitán y sus secuaces habían enterrado enormes sumas, provenientes de su piratería, en algún punto de la costa del Atlántico. El tesoro debía permanecer aún sin ser descubierto, porque, de lo contrario, los rumores actuales, no hubieran tomado forma. Ahora bien, William llegó a la convicción de que el pergamino contenía la indicación del lugar donde se hallaba depositado.

Limpió el pergamino con cuidado, lo colocó en una olla, que puso sobre brazas de carbón. Luego de algunos minutos notó que la tira del pergamino aparecía manchada en muchos lugares con algunos signos que parecían ser números trazados en hilera. William volvió a calentarlo, y pronto vio toda una serie de toscos caracteres trazados en rojo. Al decirle esto, William le extendió a Poe el pergamino, que contenía las líneas siguientes:

53‡‡†305))6*;4826)4‡.)4‡);806*;48†8¶60))85;1‡(;:‡*8†83(88)5*†;46(;88*96*;8)*‡(;485);5*†2:*‡(;4956*2(5*—4)8¶8*;4069285);)6†8)4‡‡;1(‡9;48081;8:8‡1;48†85;4)485†528806*81(‡9;48;(88;4(‡?34; 48)4‡;161;:188;‡?;

Poe, al ver esta sucesión de números, de puntos, de trazos, de puntos y comas, de paréntesis, declaró que no entendía aún. Ustedes habrían dicho como él, estimados lectores; pero el novelista va a desenredar este caos con una lógica admirable. Síganlo, pues ésta es la parte más ingeniosa del cuento.

La primera cuestión a esclarecer era el idioma que se escondía tras aquellos caracteres; pero aquí el juego de palabras originado sobre la palabra Kidd indicaba evidentemente la lengua inglesa, ya que no era posible otra lengua.

Ahora le cedo la palabra a William.

"Notará usted - dijo- que entre las palabras no hay espacios. De no ser así el trabajo hubiera resultado comparativamente sencillo. Me hubiese bastado empezar por un cotejo y un análisis de las palabras más breves; apenas hallada una palabra de una solo letra, como a o I (uno, yo), por ejemplo, habría considerado obtenida la solución. Pero como no había espacios, mi primera tarea consistió en establecer las letras predominantes, así como las más raras. Luego de contarlas, preparé la siguiente tabla:

El signo

8

aparece

33

veces

"

;

"

26

"

"

4

"

19

"

"

‡)

"

16

"

"

*

"

13

"

"

5

"

12

"

"

6

"

11

"

"

(

"

10

"

"

†1

"

8

"

"

0

"

6

"

"

92

"

5

"

"

:3

"

4

"

"

?

"

3

"

"

"

2

"

"

"

1

"

 

"Ahora bien, la letra que aparece con mayor frecuencia en inglés es e. Las restantes letras se suceden en el siguiente orden: a o i d h n r s t u y c f g l m w b k p q x z. La e predomina de tal manera, que es raro encontrar una frase de cualquier extensión donde no figure como letra dominante.

"Tenemos, pues, algo más que una mera suposición para comenzar. Puesto que el signo predominante es 8, empezaremos por suponer que se trata de la e del alfabeto natural. Para verificar esta suposición observemos si el 8 aparece con frecuencia en parejas, ya que la e se dobla muchas veces en inglés: vayan como ejemplo las palabras meet, fleet, speed, seen, been, agree, etc. En nuestra cifra vemos que no aparece doblada menos de cinco veces, a pesar de que se trata de un criptograma breve.

"Consideremos, pues que el 8 es la e. Ahora bien, de todas las palabras inglesas, the es la más usual, fijémonos entonces si no existen repeticiones de tres signos colocados en el mismo orden, el último de los cuales sea 8. Si descubrimos repeticiones de este tipo, lo más probable es que representen la palabra the. Basta mirar el pergamino para reparar en que hay no menos de siete de estas series: los signos son ;48. Cabe, pues suponer que ; representa la t, 4 la h, y 8 la e, confirmándose así el valor de este último signo. De tal manera, hemos dado un gran paso adelante.

"Solo hemos determinado una palabra; pero esto nos permite fijar algo muy importante, es decir el comienzo y las terminaciones de varias otras palabras. Tomemos, por ejemplo, la combinación ;48 en su penúltima aparición, casi al final de la cifra. Sabemos que el signo ; que aparece de inmediato, representa el comienzo de una palabra, y además, conocemos cinco de los signos que aparecen después de the. Escribamos, pues, las equivalencias que conocemos, dejando un espacio para lo que ignoramos:

t eeth

"Por lo pronto podemos afirmar que la porción th no constituye una parte de la primera letra que empieza con la primera t, ya que luego de probar todo el alfabeto a fin de adaptar una letra al espacio libre, convenimos en que es imposible formar una palabra de la cual dicho th sea una parte. Nos quedamos, pues, con

t ee,

y, ensayando otra vez el alfabeto, llegamos a la palabra tree (árbol) como única posibilidad. Ganamos así otra letra, la r representada por (, y dos palabras yuxtapuestas, the tree (el árbol).

"Si miramos algo después de estas palabras, volvemos a encontrar la combinación ;48, que empleamos como terminación de lo que precede inmediatamente. Tenemos así:

the tree ;4(‡?34 the,

o, sustituyendo los signos por las letras correspondientes que conocemos,

the tree thr‡?3h the

"Si ahora en el lugar de los signos desconocidos, dejamos espacios o puntos suspensivos, leeremos:

the tree thr...h the

y la palabra through (por, a través) se pone de manifiesto por si misma. Pero este descubrimiento nos proporciona tres nuevas letras, o, u y g, representadas por ‡, ? y 3.

"Examinando con cuidado el manuscrito para buscar combinaciones de caracteres ya conocidos, encontramos no lejos del comienzo la siguiente serie:

83(88, o sea egree,

que evidentemente, es la conclusión de la palabra degree (grado), y que nos da otra letra, d, representada por †.

"Cuatro letras después de la palabra degree vemos la combinación

;46(;88,

Traduciendo los caracteres conocidos y representando por puntos los desconocidos, tenemos:

th.rtee.

combinación que sugiere inmediatamente la palabra thirteen (trece), y que nos da dos nuevos caracteres: i y n, representados por 6 y *.

"Observando ahora el comienzo del criptograma, vemos la combinación

53‡‡†

"Traducida nos da good lo cual nos asegura que la primera letra es A, y que las dos primeras palabras deben leerse: A good (un buen, una buena)

"Ya es tiempo que pongamos nuestra clave en forma de tabla para evitar confusión. Hasta donde la conocemos es la siguiente:

5

significa

a

"

d

8

"

e

3

"

g

4

"

h

6

"

i

*

"

n

"

o

(

"

r

;

"

t

?

"

u

 

"Tenemos, pues las equivalencias de diez de las letras más importantes, y resulta innecesario dar a usted más detalles de la solución... Solo me resta proporcionarle la traducción completa de los signos del pergamino. Hela aquí:

"Un buen vidrio en el hostal del obispo en la silla del diablo cuarenta y un grados trece minutos y nornordeste tronco principal séptima rama lado este tirad del ojo izquierdo de la cabeza del muerto una línea de abeja del árbol a través del tiro cincuenta pies afuera5.

He aquí el criptograma descifrado y aconsejo a mis lectores volver a hacer todos los cálculos del novelista; así comprobarán la exactitud de los mismos. Pero ¿qué significaba toda esta jerga y cómo William pudo entenderla?

Primero intentó puntuar el documento; ahora bien, el escritor se había impuesto como regla escribir las palabras sin división alguna; pero, al no ser tan hábil, había amontonado los caracteres precisamente en lugares donde debía haber una interrupción. Noten bien esta reflexión, porque ella denota un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Ahora bien, el manuscrito ofrecía cinco divisiones las cuales eran:

"Un buen vidrio en el hostal del obispo en la silla del diablo

"Cuarenta y un grados trece minutos

"Nornordeste tronco principal séptima rama lado este

"Tirad del ojo izquierdo de la cabeza del muerto

"Una línea de abeja del árbol a través del tiro cincuenta pies afuera

Ahora bien, esto es lo que Legrand deduce con una sagacidad suprema, después de haber realizado largas investigaciones:

Primeramente, descubrió que a cuatro millas al norte de la isla existía un viejo sitio llamado castillo de Bessop. Era un amontonamiento irregular de acantilados y rocas, de los cuales uno presentaba en su cima una cavidad llamada La silla del diablo. El resto se podía deducir: el "buen vidrio" significaba un telescopio, con el que se debía localizar el punto situado a los cuarenta y un grados, trece minutos del nornordeste. Al hacer la operación, William divisó un gran árbol a lo lejos, sobre el follaje brillaba un punto blanco, que era un cráneo humano.

El enigma estaba resuelto. William se dirigió hacia el árbol, reconoció el tallo principal y la séptima rama del lado este; comprendió que era necesario dejar caer una bala por el ojo izquierdo del cráneo, y que una "línea de abeja", o más bien una línea recta, llevada del tronco del árbol a través de la bala, a una distancia de cincuenta pies de largo, le indicaría el lugar preciso donde se encontraba enterrado el tesoro. Obedeciendo a su naturaleza fantástica, y queriendo engañar un poco a su amigo, reemplazó la bala por el escarabajo, y se convirtió en el poseedor de más de un millón de dólares.

Así es este cuento, curioso, asombroso, excitando el interés por medios desconocidos hasta entonces, lleno de observaciones y deducciones de la más alta lógica, y que, sólo, habría bastado para hacer famoso al novelista americano.

A mi parecer, es la más notable de todas sus Historias Extraordinarias, esa en la que se revela al máximo grado ese género literario que se le ha dado en llamar ahora, el género Poe.


4. Este pirata realmente existió. Cooper frecuentemente hace alusión a él en sus novelas

5. El contenido del texto original en inglés es: A good glass in the bishop's hostel in the devil's seat forty-one degrees and thirteen minutes northeast and by north main branch seven limb east side shoot from the left eye of the death's-head a bee line from the tree through the shot fifty feet out


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